Sobre el suelo
José Díaz Cuyás

"¿Buscais al señor Nadar?¡Ya no está arriba!¡Está abajo!".
CHAM, ¿Buscáis al señor Nadar?, 1865.



Algo extraño ocurre con el suelo en el arte contemporáneo. De una manera genérica, pero constatable en múltiples ejemplos, podría decirse que desde el impresionismo la evolución de las artes sigue un secreto impulso por venirse al suelo. No es casual que Monet concluyera su ciclo pictórico volcado literalmente sobre una superficie acuática, una capa horizontal de un paisaje especular que se confunde con la capa pictórica. La pintura estaba tocando suelo. Aunque la tierra firme quedaba lejos. A partir de entonces resultará difícil mantener un horizonte común entre el que mira y esas misteriosas figuras de la pintura europea siempre anhelantes por lanzarse al vuelo libre o por explorar las interioridades de la tierra. En realidad, sostenerse en el aire y enterrarse o sumergirse en la tierra son dos aspiraciones provocadas por una misma ilusión, la que es fruto del deseo por explorar y ver de lejos, desde fuera y desde dentro, el solar de la ciudad moderna, el que ahora teje toda la superficie del planeta. La fascinación que siente el urbanita por lo que se encuentra bajo sus pies no se debe, tan sólo, a que en esas capas subterráneas se hallen depositados los tesoros ocultos o las pesadillas de su pasado, sino también a que el mejor modo para ver ahora la metrópoli es hacerlo desde arriba, o en su lugar, desde abajo. Nadar lo sabía bien, para registrar la imagen de París ya no bastaba con caminar por ella superficialmente, había que aprender a desplazarse también en vertical, desde el aire, con el Gigante, para recoger las trazas de su verdadero orden, o desde la tierra, por sus alcantarillas y pasadizos, por las interioridades donde se almacenan las memorias del subsuelo.

Dónde estará Nadar. Lo único que sabemos es que a ese lugar no habrá llegado por su propio pie, sino arrastrado por la fuerza exclusiva de sus ojos. Ojos que se elevan y se sumergen bajo el suelo. Los solares de la nueva ciudad son planos reversibles y ubicuos, superficies abstractas y especulativas, meras plataformas sobre las que se eleva la escenografía urbana; y como mejor puede verse un entablado, ya se sabe, es encaramándose sobre él o metiéndose debajo. La ciudad sin límite tampoco precisa de un límite inferior, ni de un horizonte, puede muy bien sostenerse por sí misma, autocimentarse. Tony Smith, arquitecto moderno, admirador de Le Corbusier y, desde los años sesenta, según algunos, escultor postmoderno, concibe la ciudad como una entidad en el espacio, sin suelo ni cielo. Su figura fue reivindicada por aquellos jóvenes artistas que abogaban por un arte espacial, un arte de ambiente o de situación, que en su pugna con el modernismo americano acabaron de desparramar el arte por los suelos. Ahora era el propio arte el que tocaba suelo. La tierra firme estaba ya muy lejos.

Si en aquella década el arte llegó a entrar en contacto directo con el suelo fue, precisamente, porque este ya no tenía ningún crédito como límite inferior, porque todo el mundo sabía que aquellas herméticas ideaciones esparcidas por ahí estaban autocimentadas, que no estaban erigidas sobre el suelo, sino meramente colocadas allí sobre un plano, en el espacio, literal, de la ciudad. De aquí que el suelo pudiera hacerse cosa manejable y como en el caso de Andre, llegara a mimetizarse como falso suelo, como entarimado. Pero, también de aquí que en el caso de Smithson pueda llegar a ser manipulado como superficie de representación, como una tabla o conglomerado de signos. Nada más equívoco, por tanto, que la sospechosa traducción de arte de la tierra para calificar esta práctica. Su trabajo no pretendía dar expresión ni a la Tierra, ni a la Naturaleza, ni a ningún otro arcano originario, sino a lo que denomina solares de tiempo, a ese suelo especulativo económico y ontológico- de la ciudad planetaria, a ese espacio que Malevich concibió como un desierto y en el que Smithson, ahora, viene a ejercer como topógrafo, leyendo y articulando, literalmente, la grafía del lugar.

Sobre todo ello trata, desde muy diversas, perspectivas el siguiente dossier.